Situarnos implica un situación que solemos, por costumbre, entender de manera inmóvil, al igual que la situación que queremos analizar. Es decir, miramos cuestiones, problemas, como si fueran fotos estáticas. Eso, de por sí, ya es en sí mismo un problema.
Vivimos en un mundo que varía constantemente. Donde si no conseguimos entender que los problemas y las cuestiones son multiposicionales, móviles y con una constante intromisión de influjos y devoluciones externas, no conseguiremos entender que realmente lo importante de la foto no es sólo aquello que queremos diseccionar, sino todo aquello que lo acompaña y que ejerce alguna fuerza sobre ello. Es decir, nos importa por un lado el contexto, todo lo que influye, pero sobre todo nos importa como el alrededor ve la cuestión, la observa, se posiciona ante ella y le devuelve fuerzas.
Por otro lado, otro de los problemas principales de entender la cuestión de manera fija, sobre todo desde nuestra parte, es que ante situaciones variables intentamos enfocar nuestra acción, nuestra fuerza desde un único lado. Que además en muchas ocasiones suele realizarse de manera frontal.
Es decir intentamos enfrentar los problemas de manera directa. Y si vemos que no funciona, como seguimos mirando desde ese mismo plano frontal, nos perdemos la cantidad de “espacios gruyer”* que podemos insuflar para intentar que la cuestión, su autopercepción, su forma de ser vista, su sustento pueda ir cambiando a partir de incorporar nuevas variables a la problematización y/o solución de la cuestión desde no sólo un punto de vista diferente, sino desde un espacio no frontal: puede ser desde una perspectiva circular, o mirando de manera horizontal o perpendicular.
¿Cómo podemos facilitar esto? Es una cuestión de imaginación y de ir trabajando una mirada abstracta. Es mucho más fácil si entendemos la foto como una imagen en 3D, donde además si hay suerte hemos conseguido captar el movimiento. Vamos, la típica imagen movida de la cámara de fotos, proyectada como un holograma. Acompañada luego por otra que si se pudiera ver normal, sobre todo para ver las caras de la gente, y su comunicación corporal.
Y por supuesto, una vez claro todo esto, hay un hecho práctico. Seguiremos funcionando en lógicas de ensayo-error. Testeo, le llaman ahora. Donde cualquier influjo o mirada externa que nos de otra visión, además nos facilitara el entendimiento de un problema complejo, sino que además nos planteara nuestra manera de posicionarnos ante él. Esto, si es entendido como una cuestión de mejora en el saber hacer, rebajando los “egos” al mínimo en pos del saber común y de búsqueda de una acción cada vez más correcta y un compartir y ampliar un conocimiento base, podrá funcionar de manera que nuestra acción no nos sirva únicamente a nuestro proyecto sino que pueda ser devuelto en manera de saber compartido. Que por otro lado es un ejercicio máximo de solidaridad y de profesionalidad, dado que mejoramos nuestra manera de hacer. Es importante recordar, que nuestras acciones, a pesar de manejarnos en ensayo-error, tienen influencia sobre las personas. Con lo cual, es importante saber lo que puede pasar antes de actuar con el mayor grado certidumbre posible, o al menos tener una gran capacidad de adaptabilidad en la incertidumbre.
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*Espacios gruyer: son los huecos que recorre el queso de lado a lado en diferentes corrientes. Lo que intentan significar, es que siempre hay grietas por donde poder insuflar a la cuestión en sí nuevas dinámicas, discursos, pero que si siempre miramos desde el lado de la corteza, no veremos ninguno de esos agujeros.